Una reflexión para almas nómadas y conscientes, sobre cómo habitar el presente más allá del miedo y las estructuras.
En tiempos donde todo parece exigir respuestas rápidas, eficiencia, métricas, avances y definiciones, hablar del amor como un estado del ser puede parecer un gesto subversivo.
Porque el amor no se programa, no se produce, no se monetiza.
El amor no es una relación, es una forma de presencia.
Y esa presencia no depende de otro, no necesita testigos ni validación externa.
No se activa al encontrar a alguien.
Se activa al encontrarse uno mismo.
Del miedo a la expansión
En lo profundo, no es el odio lo que limita la expansión humana.
Es el miedo.
El miedo a equivocarse, a no encajar, a perderse, a no saber.
Ese miedo, que se disfraza de prudencia o de lógica, es lo que nos encierra, nos contrae, nos hace dudar de lo que sentimos.
Y sin embargo, el amor verdadero no necesita seguridad.
Solo necesita verdad.
Cuando ese estado se despierta —y no hablo del amor romántico, sino del amor como energía vital, como impulso de creación, como respiración consciente—, el miedo pierde autoridad.
El amor no responde a estructuras. No busca pertenecer. Solo ser.
Una práctica cotidiana, no un ideal
Este amor no se encuentra en un templo ni en una promesa.
No está en los libros sagrados ni en las palabras bonitas.
Está en cómo mirás una flor sin nombrarla.
En cómo escuchás el viento sin apurarlo.
En cómo tocás algo sin querer poseerlo.
Es esa atención plena que no intenta definir, solo estar.
Es esa danza entre el cuerpo, el silencio y el instante.
Reaprender a confiar
Desde chicos se nos enseñó a obedecer antes que a confiar.
A tener miedo antes que a explorar.
A competir antes que a compartir.
Por eso muchas veces crecer duele: no porque el mundo sea cruel, sino porque nos desconectamos de nuestra esencia amorosa.
Pero no todo está perdido.
Cada momento es una invitación a volver.
A confiar.
A abrirse.
A mirar con asombro.
A habitarse sin necesidad de defensa.
Una revolución sin banderas
Tal vez, el mayor acto revolucionario en este tiempo no sea crear la próxima tecnología, sino recordar que el amor no necesita instrucciones.
Tal vez sea más valiente quien se entrega al instante, sin expectativas, que quien domina el lenguaje del futuro.
Y quizás, entre tanta velocidad y ruido, el verdadero avance consista en aprender a quedarse quieto.
En sentir.
En respirar profundo.
En ser.
What do you think?
It is nice to know your opinion. Leave a comment.